
Últimamente, una amiga ha estado viviendo con mucha ansiedad mientras busca un nuevo trabajo. Perdió su empleo debido a la inteligencia artificial, y el miedo a quedarse sin ingresos se ha vuelto una sombra constante en su día a día. Cada entrevista, cada correo que tarda en llegar, cada proceso de selección que parece eterno, la hace sentir atrapada en un torbellino de incertidumbre. Lo que realmente genera su ansiedad no es tanto el resultado final —si conseguirá o no el trabajo— sino la sensación de no tener control, de no saber qué escenario del futuro se hará realidad. Su mente recorre millones de posibilidades, imaginando lo peor y cuestionándose constantemente qué podría haber hecho diferente para cambiar su destino.
Mientras tanto, un amigo que pasó por una situación similar mantiene una calma sorprendente. Él confía plenamente en que el trabajo adecuado llegará en el momento justo. Incluso en medio de la incertidumbre, vive el presente, disfruta el camino y se permite soltar el control. Viaja con su esposa, disfruta experiencias nuevas y se entrega al proceso con fe y amor propio. Su serenidad no solo lo hace sentir en paz, sino que también permite que la energía que atrae fluya: oportunidades, conexiones y resultados llegan a él de manera natural.
La diferencia entre estas dos experiencias es clara: mientras uno se aferra al miedo y a la incertidumbre, el otro suelta y confía. La ansiedad disminuye cuando comprendemos que no podemos controlar cada detalle y que cada experiencia, incluso la más difícil, tiene un propósito en nuestro aprendizaje y crecimiento personal. No se trata de dejar de esforzarse; se trata de dar lo mejor en cada entrevista, en cada paso del proceso, y al mismo tiempo permitir que la vida siga su curso.
Encontrar este equilibrio no es sencillo. Requiere introspección, valentía y práctica diaria. Algunos encuentran calma en la meditación, otros escribiendo, pintando o caminando en la naturaleza. Cada pequeño acto que conecta con nuestro interior nos ayuda a soltar la tensión acumulada, a liberar la ansiedad y a reencontrarnos con nuestra paz.
Cuando aprendemos a vivir desde este lugar de confianza, cada paso del proceso se vuelve más ligero. Podemos expresar nuestras necesidades con claridad, comunicar lo que deseamos sin enojo ni frustración y construir relaciones —con nuestra pareja, con nuestra familia, con nosotros mismos— desde la serenidad. La vida, incluso en medio de la tormenta de la incertidumbre, se siente más rica, más plena y llena de posibilidades. Y lo más sorprendente es que, al soltar, al confiar y al vivir el presente, lo que tanto deseamos —como ese trabajo ideal— llega a nosotros de manera más fluida y natural.

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