¿Tienes Mente Grande o Alma Grande? Descúbrelo para Crecer y Encontrar la Paz

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A lo largo de mis años de observación, leyendo millones de libros de autoayuda y participando en numerosas sesiones de terapias tradicionales, holísticas y energéticas, he llegado a una conclusión clara: todas las personas tenemos una parte más desarrollada que la otra. El reto y la oportunidad están en identificar cuál es nuestra fortaleza y cuál nuestra área a trabajar, para así crecer como seres completos y acercarnos a la paz interior que todos buscamos.

Creo firmemente, y lo veo constantemente, que hay personas con mente grande. Son disciplinadas en su aspecto físico e intelectual, completamente conectadas con su cuerpo, su bienestar y su salud. Honran su cuerpo con movimiento, aprovechando cualquier oportunidad del día para caminar, subir escaleras o mantenerse activas. Se levantan temprano para hacer ejercicio antes de que la casa despierte, y aunque eso implique sacrificios, lo hacen con constancia. Incluso cuando llegan agotadas del trabajo, en lugar de distraerse con el celular o descansar en un sillón, eligen cuidar su cuerpo y su mente: trabajan en el jardín, hacen tareas de la casa o salen a pasear para liberar el estrés del día. He visto a padres entrenando a sus hijos que, en lugar de quedarse pegados al celular, recorren toda la cancha acompañando a sus hijos. Lo más admirable de estas personas es su disciplina con el cuerpo y la salud metabólica. Constantemente me encuentro con personas mayores que hacen caminatas desafiantes con subidas y bajadas, recordándome que muchas veces la única limitante está en nuestra mente.

Por otro lado, están las personas con alma grande, aquellas que están profundamente conectadas con sus emociones y las de los demás. Son empáticas, sensibles y conscientes del mundo que los rodea. Son las personas que, al ver a un vecino tropezar, corren a ayudarlo y se aseguran de que esté bien. Tienen un gran sentido del humor y, al llegar a un lugar, iluminan el ambiente con su presencia. Son líderes naturales, capaces de inspirar y hacer sentir bien a quienes los rodean. Estas personas entregan sin esperar nada a cambio, y es precisamente su generosidad y conexión con los demás lo que los engrandece y les genera felicidad.

Algunos de nosotros tenemos más desarrollada la mente que el alma, o viceversa. Lo interesante es que cuando logras identificar tus áreas de fortaleza y las de quienes te rodean—pareja, hijos, padres, hermanos o amigos—empiezas a entender mejor sus rasgos de personalidad y a aprender de ellos. De esta manera, puedes trabajar en aquello que no tienes tan desarrollado. Por ejemplo, si tienes alma grande, puedes entrenar tu disciplina mental y física; si tienes mente grande, puedes aprender a conectar más con tus emociones y con los demás.

El crecimiento personal no se trata de competir con otros, sino de integrar lo mejor de ambos mundos. Cuando logramos esto, nos sentimos más completos, felices y en paz con quienes somos.

La pregunta es: ¿sabes si tienes alma grande o mente grande? Reconocerlo es el primer paso para crecer y acercarte a la persona que realmente quieres ser.

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