
Tengo la certeza absoluta de que cuando vivimos un proceso duro en la vida, tenemos que acompañarnos de herramientas espirituales, porque tarde o temprano te vas a sentir vulnerable emocionalmente y debes permitírtelo. Pero una vez que lo reconozcas, valides y dejes fluir para sacar ese sentimiento, deberás regresar a tu centro y para ello, necesitas identificar las herramientas que a ti te funcionan para regresar. Porque la vida se trata de ser disciplinado y poder vivir la dualidad del ser humano, pero también de saber regresar al centro.
Mi primera herramienta más poderosa es la naturaleza. Siento que cuando me pierdo en un bosque o en un parque con los pies descalzos, cuando me meto al lago, a la cascada, a la laguna, se me cura el alma. Y realmente se siente en mi interior como esto va limpiando las angustias que de pronto me surgen y se las lleva la naturaleza. Es como si sintiera textualmente su cobijo y contención en los momentos de mayor ansiedad en este proceso. Como si de un instante a otro toda esa ansiedad desapareciera y pudiera encontrar la calma que quiero.
En segundo lugar, encuentro la meditación. A través de ella logro poner mi cuerpo en armonía y en salud, centrándome en mi respiración y así encontrar la calma. Y no es que me considere un monje tibetano que tenga la capacidad tan desarrollada como para meditar sin tener distracciones de mi mente. Es un ejercicio que practico con mi voz narrándome lo que quiero experimentar o visualizar en mi meditación. Y muchas veces me distraigo y como tú, empiezo a pensar en cosas triviales de la vida que me preocupan, pero regreso a mi respiración y me concentro y cada vez lo logro mejor.
En tercer lugar, encuentro la oración. Esas palabras que me enseñaron mis papás desde chica y que tantas veces repetí en la escuela de monjas en la que iba. Esas oraciones y la imagen de Dios cobijándome en estos momentos de mi proceso es un acto sumamente reconfortante para mí. Es como si el tener la fe de que Dios hace lo mejor para ti, le diera sentido a tu vida y pudieras encontrar esa paz para soltar todos los pensamientos de apego que se te vienen a la mente y te generan preocupación. Como el «y si me muero, ¿qué va a pasar con mis hijos?, ¿dónde van a vivir?, ¿Mi esposo se va a volver a casar?», etc. Cuando rezo, como que Dios me cobija y me hace sentir que tiene un plan perfecto para mí y para mis hijos y no tengo de qué preocuparme. No tengo que tener miedo y tengo que confiar en que él hace lo mejor para mí y los míos. Nunca había sentido la mano de Dios tan profundamente como en este proceso. Tengo la certeza absoluta de que Dios me mandó esto por mi más alto bien y me repito constantemente «hágase tu voluntad» porque sé que es lo mejor. Creo que durante todo este proceso lo he sentido conmigo, siento su mano en el pecho. Ahora tengo la certeza absoluta de que no me suelta, porque en los momentos más oscuros y solos lo he sentido conmigo. Desde el segundo uno que me enteré que tenía cáncer, me ha mandado señales para saber por dónde debo moverme y cómo actuar. Me ha dado esas cosas que yo llamo «Dioscidencias» que me han dado la pauta cuando las dudas invaden mi actuar. Es la guía y mi brújula en mi camino a mi sanación.
En cuarto lugar, tengo la herramienta de escribir. Que desde que tengo memoria la tengo en mi interior y desde bien chiquita, cuando me sentía triste o enojada, era mi medio para sacar mis sentimientos. En esta práctica encuentro la forma de sacar mis sentimientos, expresar libremente todo lo que siento sin afectar a nadie. Con la escritura puedo estar un rato conmigo escuchándome y sintiendo realmente lo que quiere decir mi alma, mi inconsciente. Eso que sabes que existe pero nunca tiene voz en ti.
La sexta herramienta es la aromaterapia. Cómo me ayudaron los aceites esenciales como lavanda, sándalo y menta cuando estaba a punto de entrar con algún doctor o algún examen para respirar y relajarme. Tiene una fuerza muy instantánea en mí y si me pongo la pomada de 31 aceites de just en mis terminaciones nerviosas, puedo cambiar mi estado de ánimo en segundos. Cosa que me fue de muchísima ayuda en el electrocardiograma, en las visitas de doctor, en el proceso de biopsia, en la puesta del catéter y en el PET. Al oler estas esencias, consigo volver a mí y centrar mis pensamientos en afirmaciones positivas o en simplemente parar esos pensamientos negativos que me están produciendo ansiedad.
La séptima es música relajante. Y este es un mundo super extenso, porque puedo oír desde cuencos tibetanos, música clásica, o canciones con 528hz o música sanadora. Hay muchísimos artistas que han centrado su arte en crear estas canciones que consiguen equilibrar las células de tu cuerpo y llegar a una armonía increíble, que solo de escucharlas te dan ganas de sonreír.
La octava es una buena reunión de contención entre familia y amigos. Creo que durante mucho tiempo creí que con mi esposo y mis hijos tenía y ya no me era tan necesario tener un círculo social. Pero este proceso me llevó a ver que estaba equivocada. El sentir el amor de tu gente y de cómo cree en ti y cómo te cobija en los momentos duros de tu vida, te hace ver que no estás solo y que estás rodeado de amor. Este sentimiento es poderosísimo y tanto energéticamente como físicamente, cuando lo sientes, te produce una fuerza interna increíble. Es como si experimentar el sentimiento de amor de familia y amigos te hiciera sentirte vivo y querer disfrutar todo con todos los poros de tu piel.
